Como agua para chocolate

Este libro da básicamente hambre, pues cada capítulo se inicia con una receta de cocina mexicana. ¿Tiene argumento aparte de dar hambre? Lo tiene, claro, y es el siguiente:
En una hacienda mexicana de finales del XIX vive una mujer, Mamá Elena, con sus tres hijas. Según la tradición, la menor de ellas, Tita, no podía casarse pues su obligación era quedarse a cuidar de su madre hasta que ésta muriera, que ya ves la gracia. Pero el corazón no entiende de tradiciones y Tita se enamora de un paisano, Pedro, que, oh albricias, también se enamora de ella.
Cuando Pedro va junto a su padre a pedirle la mano de Tita a Mamá Elena, se encuentra con la firme negativa de la señora, aunque en contraprestación le ofrece la mano de su hija mayor Rosaura. Una mujer muy práctica Mamá Elena, efectivamente. Y práctico fue también Pedro, que como vio que a aquella mujer no la iba a hacer cambiar de opinión ni que insistiera dos siglos, aceptó el matrimonio con Rosaura para poder estar cerca de Tita. ¿Qué opinaba Rosaura al respecto? Rosaura, se ve, no tenía opinión, aceptó lo que le ordenaba su madre y consintió en ser una cornuda.
En fin, que Pedro y Rosaura tienen un hijo al que tiene que alimentar Tita, porque Rosaura, aparte de no saber cocinar y de no ser la persona más inteligente del mundo, tampoco le podía dar de mamar a su hijo. Pero Mamá Elena, mosca con la relación de Tita con Pedro, decide enviar al matrimonio lejos de allí.
Pasado un tiempo, llega a la casa la noticia de la muerte del hijo de Rosaura, lo que deja en estado de shock a Tita, que se encierra en el granero y se niega a salir de allí. Mamá Elena, a la que Tita culpa de la desgracia, decide finalmente llamar al Dr. Brown para que se la lleve a un manicomio, pero éste se compadece de la muchacha y se la lleva a su propia casa, donde, con el tiempo, acaban liándose, por supuesto.
Entonces llega la noticia del mal estado de salud de Mamá Elena y Tita regresa al rancho a cuidar de su madre, aunque ésta finalmente muere. Así pues, se quedan en la hacienda Tita, su hermana Rosaura y su marido Pedro, pero Rosaura acaba también muriendo y, por fin, Tita y Pedro pueden casarse y ser felices y comer perdices. Pero de las tres cosas sólo hacen una, porque durante el mismo día de la boda, mientras Tita y Pedro retozan en el mismo cuarto oscuro en el que lo habían hecho por primera vez, a éste se le para literalmente el corazón y la espicha. Desesperada, Tita ingiere fósforo y también palma. Y como Laura Esquivel no se quedó satisfecha con eso, también la hacienda arde en una explosión de felicidad y buen rollo. Y fin, claro, porque ya no quedaban personajes con los que continuar la novela.
Y me voy a comer un bocata  o algo, que con tanta receta al final te entra un hambre que te comerías un buey a bocaos. Mucho cuidado con esta novela: engorda. Yo aviso.

LeandroAguirre©2013 (revisión 31/03/2015)

 

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