Marco, de los Apeninos a los Andes

Si hace un par de semanas perpetrábamos Heidi, es de justicia que también perpetremos Marco, porque tanto nos traumatizaron el uno como la otra. Aunque, a diferencia de Heidi, no estamos hablando de dos libros, ni tan siquiera de uno, pues lo de Marco es un relato breve que está dentro de un libro llamado Corazón de un señor italiano llamado Edmundo de Amicis.
Muchos —todos si tenéis más de cuarenta— conocéis la historia. Esto es la mamá de Marco que recibe una oferta para trabajar en Argentina, que no es nada extraño si eres argentino pero que viviendo en Génova es un poco más complicado, y más teniendo en cuenta que era para limpiar casas, como si en Argentina no hubiera gente para realizar dicha tarea. La cuestión es que, por necesidad, la mamá de Marco acepta y, con gran dolor, para allá que se va.
Al año de estar allí, la mamá de Marco deja de dar señales de vida y, claro, la familia empieza a preocuparse. Y es Marco, el pequeño del clan, el que decide, en un arrebato, cruzar el charco en busca de su mamá. Y que al niño le diera un arrebato, pues bueno, pero no podemos dejar de resaltar la inconsciencia de un padre que permite que su retoño de ocho años se vaya cruzar el mundo con un hatillo y cuatro monedas en el bolsillo. Por mucho menos hay ahora padres en la cárcel.
Pero Marco es un chaval autosuficiente y consigue llegar a la Argentina, aunque es ahí donde comienzan todos sus problemas porque resulta que su madre ya no estaba en Buenos Aires sino en Córdoba. Córdoba, Argentina, claro, porque si se tuviera que haber ido para Andalucía hubiera sido una putada. A partir de ahí es un no parar: que si viaje en tren hasta Rosario con las últimas monedas que le quedaban; que si allí no encuentra a su contacto y le salva el culo una familia italiana que ha conocido; que si una vez en Córdoba descubre que la familia para la que trabajaba su madre —que se ve que no podían pasar dos semanas seguidas ni en una misma casa ni en una misma ciudad— se ha vuelto a mudar, esta vez a Tucumán; que si entonces un viaje de semanas en un carro tirado por bueyes hasta llegar a los Andes; y para rematar la faena, que si ahora me tomo lo de los Andes a lo literal y me pongo a andar hasta Tucumán. Agota sólo resumirlo, en serio, no digo ya hacerlo.
Y, ya sí, Marco encuentra a su mamá, que yace en una cama terriblemente enferma y desahuciada por los médicos. Pero —estas cosas pasan en los libros y en las pelis aunque difícilmente en la vida real— a la mamá de Marco le da tal subidón de ver a su hijo que, milagrosamente, se cura y comen perdices y esas cosas. De mucho llorar, sí.
Personalmente estoy tremendamente decepcionado. ¿Por qué? Porque, no os lo vais a creer, Amedio, el mono, no sale por ningún lado. Me acaban de joder toda la infancia y todo mi sistema de valores. Me voy a beber cianuro o algo. Hala, 'ta luego.

LeandroAguirre©2013 (revisión 28/05/2015)

 

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