Cuento de Navidad

Clásico navideño donde los haya, indudablemente. Y, como supongo que casi todos conocéis la historia, vamos tirando.
Esto va de un hombre llamado Ebenezer Scrooge que, se ve, era un tipo avaro y mezquino al que lo único que le interesaba era su dinero y que consideraba la Navidad una patraña que su empleado utilizaba como excusa para tomarse un día libre. Así pues, y tras rechazar la invitación navideña de su sobrino Fred, Mr. Scrooge se va a dormir en Nochebuena y, como es bien sabido, se le aparecen unos fantasmas. Unos espíritus, me refiero, no unos tipos que, por ejemplo, van alardeando por ahí de inexistentes conquistas sexuales.
Pero aunque se tiende a explicar que fueron tres los espíritus que visitan a Scrooge, en realidad hay un cuarto, que es el primero que se le aparece. Se trata de Jacob Marley, que no es, como podría pensarse, el abuelo o el bisabuelo de Bob Marley, sino el antiguo socio de Scrooge, muerto unos años atrás. ¿Para qué visita Marley a Scrooge? Pues para advertirle de que van a venir a visitarle tres espíritus más. ¿Necesario? Probablemente no, pero así sucedió.
Así, el primero de ellos en aparecer es el Fantasma de las Navidades Pasadas, que no es el fantasma de las Navidades que acaban en coma etílico y/o lavado de estómago, sino el de las Navidades pretéritas. Este le muestra lo feliz que era en Navidad de niño, las fiestas que preparaba en Fiestas su antiguo jefe, cómo su antigua novia Belle le abandona cuando se convierte en un adicto al trabajo y en un, con perdón, hijoputa... Esas cosas.
Es entonces cuando entra en acción el Fantasma de las Navidades Presentes, que, como habéis adivinado, le muestra a Scrooge cómo va el tema en la actualidad. Le enseña cómo se celebra la Navidad en diversos lugares hasta que llegan a la casa de Fred, donde su sobrino cena con su familia y recuerda a su tío con compasión. Le lleva también a la casa de su empleado Bob, que, pese a las penurias y la grave enfermedad de su hijo Tim, celebra la Navidad feliz con su familia. Para acabar con su trabajo, el espíritu conduce a Scrooge hasta dos niños harapientos y desnutridos a los que él podría haber ayudado si hubiera donado dinero a la gente que se lo había pedido.
Y, como no podía ser de otra manera, el Fantasma de las Navidades Futuras hace acto de presencia y, mucho más directo que los otros dos, se lo lleva hasta el día de su muerte, cuando descubre que a la gente o no le importa o directamente se alegra de su muerte y que sus pertenencias son robadas con el cadáver aún caliente.
Bien... Pues, ante tal panorama, a Scrooge no le queda más remedio que volverse bueno y, cuando despierta en Navidad, acude a comer con su sobrino, le envía anónimamente un pavo a Bob, su empleado, hace generosos donativos para los niños necesitados y, al día siguiente, le sube el sueldo a Bob y le comunica que le ayudará con la enfermedad de Tim. En definitiva, se convierte de la noche a la mañana en Bono de U2.
No sé... A mí casi me hubiera gustado más que este cuento lo hubiese escrito Andersen en vez de Dickens, porque si ese tipo no tuvo escrúpulo alguno en escribir un relato navideño en el que una pequeña cerillera moría de hambre y de frío sufriendo terribles alucinaciones, estoy convencido de que este cuento lo hubiera finiquitado con Scrooge escupiendo a los fantasmas, con el despido de Bob por no haberse presentado a trabajar en Navidad y, por supuesto, con la muerte del pequeño Tim bajo terribles dolores y sufrimientos.
No, no soy mucho de finales felices; ¿se nota? Pero Andersen tampoco y nadie le dice nada.

LeandroAguirre©2014

 

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