'LONDON'S BURNING' (1)

Por ti, y sólo por ti, lector (que ya que sólo eres uno nos podríamos dar los e-mails y te envío las cosas directamente y me ahorro publicarlas en la web), me tragué ayer la ceremonia de inauguración de Londres 2012. Me la tragué exactamente con patatas y, digámoslo todo, con doping, que ya sé que no es muy del espíritu olímpico y tal pero es que sino no había manera.

Videoclip. Pues nada: que aquello que me puse a ver tranquilamente el videoclip ése que ponían antes de la ceremonia. Y venga videoclip. Y más videdoclip. Y yo diciéndome: "coño, que videoclip más largo, a ver cuándo comienza esto". Y el videoclip que no se acababa, oye. Hasta que llegó un momento, tras hora y pico de videoclip y con mi rapidez mental acostumbrada, en el que me di cuenta que aquello no era un videoclip: ¡era la inauguración!; ¡lo había sido todo el rato!
Dos detalles: los cachondos de los ingleses pusieron un cacho del God save the queen de los Sex Pistols en un acto que presidía la reina y, más fuerte aún, en un momento dado salió un corte de Cuéntame cómo pasó de La 1. Os lo juro. Así de surrealista fue la ceremonia-videocliop en cuestión.

Breznev. Se debería hacer algo con el desfile de los atletas, en serio. Ya sé que a todo el mundo le hace ilusión desfilar y eso, pero es que, joder, son un montón. Y ahora hay más países que nunca, porque entre los que eran la URSS, los que eran Yugoslavia y los que, directamente, no existen y algún cachondo los cuela ahí, la cosa es interminable. En serio: vi países que no sabía que existían. Una cosa es que no sepa ubicarlos en el mapa y otra que ni me suene el nombre. Las Islas Cook, por ejemplo. O San Vicente y las Granadinas, que es el nombre de país menos comercial y con menos glamur que se ha visto jamás. Claro que habría que saber la historia del tal Vicente con las granadinas, que igual nos llevamos una sorpresa.
Qué tiempos aquellos cuando empezaba a desfilar la Unión Soviética y te ibas al lavabo, te preparabas una leche con Cola-Cao, te cortabas las uñas de los pies, te leías El Quijote y, cuando regresabas, todavía no habían acabado de salir todos aquellos rusos y aquellas rusas sobrehormonados —tenían más bigote ellas que ellos— que luego lo ganaban todo. Con Breznev no pasaban estas cosas, ciertamente: o no se presentaba o aparecía con un ejército de cyborg-atletas, pero, que diría José Mota, ir por ir es tontería. Y allí el noventa por ciento van por ir. O por participar en el desfile, más concretamente. Que ya son ganas.

En chándal. Alguien debería decirle a los Comités Olímpicos de los respectivos países que en ningún lugar de la Carta Olímpica dice que en el desfile de la inauguración de unos Juegos los atletas deban ir vestidos como payasos. Es que para algunos parece que sea como una obligación. Y es que, visto lo visto, y aun siendo el traje horroroso a más no poder, se puede afirmar que la delegación española todavía iba discretita, porque había cada una... A los pobre búlgaros, me parece que era, les hicieron salir con pantalones cortos a ellos y falda no muy larga a ellas, y les cascaron una especie de botas de agua azules brillantes y futuristas con las que, desde luego, yo me hubiera negado a salir.
Y muchos de los países africanos... en fin. Está muy bien —es un decir— sacar a los atletas como si acabaran de salir de una tribu de Perdidos en la Jungla o cómo se llame si los atletas en cuestión son todos negrazos y negrazas de pura cepa. Pero es que hay países en que la mitad son blancos y van vestidos igual, con lo cual produce el mismo efecto que si Japón saliera con ellos vestidos de luces y ellas de faralaes.
Desde aquí todos mis respetos a todos los países, no muchos, que consideran que sus atletas tienen que desfilar con el chándal oficial de la representación y santas pascuas. Al fin y al cabo, sea estéticamente lo que sea, no deja de ser su uniforme de trabajo. Porque que vaya Pau Gasol y salga a la cancha de Lakers vestido como ayer, si tiene lo que hay que tener.

Faltó Elena. Y también alguien debería decirles a los reyes, primeros ministros y demás fauna que superpoblaban el palco que tampoco en la Carta Olímpica pone que deban levantarse y hacer el capullo cuando salen sus atletas. No es necesario y no es obligatorio. Y además es tremendamente nocivo para su imagen cara a la posteridad y la historia. Que alguien se lo comunique pero ya. Aunque por supuesto nadie llegó a los niveles de la Infanta Elena en Barcelona. Afortunadamente.

Banderitas. Qué decir de los abanderados... Los había que ondeaban la bandera como si estuvieran en el Gol Sur de cualquier campo de fútbol, los había que la llevaban como quien lleva el pan que acaba de comprar el domingo por la mañana, los que miraban acojonados hacia arriba como si tuviera que caer en cualquier momento una cagada de paloma o algo... En fin... Suerte que la abanderada de Rusia era la Sharapova y eso valió por toda la inauguración. Qué porte, qué estilo, qué andares... ¡Viva Maria!

Riesgo mortal. Y lo de la antorcha, de lo más emocionante, porque en vez de encender una encendieron mil y las hicieron salir volando, con lo que siempre cabía el riesgo de que aquello se despeñara y acabara en masacre. Pero no. Los ingleses perdieron una oportunidad única de pasar a la historia olímpica y al final no pasó nada. Una lástima. Mu' bonico, sí, pero una lástima.

'London's burning'. Como colofón sólo se puede decir una cosa: suerte que esto es una vez cada cuatro años, porque si fuera cada fin de semana sería para, como dirían The Clash, quemar Londres.

LeandroAguirre©2012

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