REYES GODOS

NOMBRE: Reyes godos.

ÉPOCA: Una en la que la gente le echaba mucha imaginación a la hora de bautizar a sus hijos.

CURRÍCULUM: Los reyes godos son principalmente conocidos por dos cosas. La primera, por ser el terror de varias generaciones de escolares españoles, a los cuales se les hacía aprender la interminable lista de reyes que por Europa y la Península Ibérica rondaron durante varios siglos. ¿Aprendían algún dato más? No, memorizaban los nombres como un loro y ya está. Ejercitaban la memoria, cierto, pero aprendían una mierda de historia.
Lo segundo por lo que son conocidos esta serie de monarcas es por sus nombres. Los hay de no creer, en serio: Turismundo —éste sería un nombre espectacular para una agencia de viajes, ¿no?—, Gesaleico, Atanagildo, Gundemaro, Sisebuto, Chindasvinto, Recenvinto... De hecho, parece que el único normal fue el último, que se llamaba Rodrigo. No sé, quizás por eso fue el último: los dioses se enfadaron porque le habían puesto un nombre tan vulgar —vulgar para un godo, que ningún Rodrigo se enfade— y decidieron acabar con aquella saga. Los dioses suelen tener caprichitos que a los mortales se nos escapan, ya se sabe.

MOMENTAZOS:
–Ataúlfo.
Como, evidentemente, no os voy a contar la vida y milagros de toda esta cantidad ingente de monarcas con nombres impronunciables, destacaremos a alguno, más al azar que otra cosa, ya os lo digo. Comenzamos por Ataúlfo, que fue el tipo que trajo al pueblo godo hasta la Península. Aunque en principio Ataúlfo pretendía liquidar todo el Imperio Romano y crear su imperio particular, al final tuvo que conformarse con bastante menos, así que se dijo a sí mismo: si no puedo joder al emperador, joderé a su hermana. Y, dicho y hecho, se casó con Gala Placidia, la hermana del emperador Honorio, y vivieron felices y comieron escudella y carn d’olla en Barcino, que es donde se instalaron y donde Ataúlfo murió. La de Ataúlfo es de las biografías más rigurosas y completas que haya salido nunca en la Infrahistoria, efectivamente.
–Teodorico. Este hombre, Teodorico el Grande, fue, aparte de entre otras cosas rey de Italia, un tipo absolutamente bipolar. O sea: por la mañana firmaba un acuerdo con el rey de no sé dónde y por la noche lo apuñalaba —literalmente— a traición; firmaba un pacto con el reino X y lo cumplía o no según soplaba el viento; quería unificar los reinos godos a base de matrimonios concertados y pactos, pero al mismo tiempo iba deponiendo y cargándose aliados cuando le daba la venada. Y así. No sé... Quizás le pusieron lo de ‘El Grande’ por su gran esquizofrenia o sus grandes cambios de opinión, quién sabe.
–Leovigildo. Éste casi estuvo a punto de dominar toda la Península Ibérica en su ansia conquistadora y unificadora, pero tuvo un pequeño problema: su hijo Hermenegildo, gobernador de Sevilla. ¿Qué pasó? Que le dio un aire a lo Teodorico y se hizo cristiano, se cambió el nombre a Juan y se rebeló contra su padre, frustrando su conquista del sur. Está claro que las comidas familiares a partir de aquello fueron un poco tensas. ¿Cómo acabó todo? Pues que Leovigildo logró capturar a su hijo e hizo que lo ejecutaran un buen día en Tarragona. Claro que sí, hombre: si los niños tienen pataletas, mano dura.
–Rodrigo. A Rodrigo la cosa le fue de culo desde el principio, pues tuvo que compartir su reino con su hermano Agila II. Y, ocupado y preocupado como estaba con sus disputas familiares, cuando se quiso dar cuenta de que los árabes se habían colado por Gibraltar ya era demasiado tarde. Y así comenzó una historia de siete siglos que acabó con Boabdil llorando como mujer lo que no había sabido defender como hombre, pero eso es otra Infrahistoria. Sí, la de Rodrigo también ha sido de las biografías más completas aparecidas nunca en esta sección. Hoy estoy inspirado, va como va, pero no hace falta que me lo agradezcáis, en serio.

EPÍLOGO: Ya no hay nombres como los de antes, verdaderamente.

LeandroAguirre©2013 (revisión 08/07/2015)

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