I GUERRA MUNDIAL

ACONTECIMIENTO: I Guerra Mundial.

ÉPOCA: Una en la que en Europa había imperios y estados grandotes en lugar de multitud de países pequeños. ¿Qué es mejor? Hombre, a la hora de estudiarse los países en el cole, lo de antes, está claro.

CRONOLOGÍA: La I Guerra Mundial, o la Gran Guerra, fue el primer conflicto globalizado de la historia, lo que en una época sin internet y sin televisión por satélite no deja de tener su mérito. Se supone que luchaban por un lado los aliados de la Triple Entente y por otro la Triple Alianza de la Europa Central —que parece más parte de La Guerra de las Galaxias que los nombres de un conflicto bélico real— pero en realidad no sé si la gente tenía muy claro con quién y contra quién luchaba. Sólo el primer día Austrohungría atacó a Serbia, Alemania atacó a Francia, Bélgica y Luxemburgo, y Rusia, donde se ve que se aburrían, atacó a su vez a Alemania. Eso, repito, el primer día como aperitivo, así que imaginad cuando se metieron en el tinglado Italia, Japón, el Imperio Otomano (¡el imperio Otomano!) y, por supuesto, los EEUU.
En fin, que la cosa duró unos cuatro años, se montó una escabechina de tiros y bombas como no se había visto antes y cayeron los soldados de todas las nacionalidades como las moscas. ¿Cómo acabó el asunto? Pues como acaban todas las pelis, claro: que ganan los yanquis y a los malos, que suelen ser los alemanes, les dan pa'l pelo y pa' lo que no es el pelo. Todo muy típico, sí. Claro que eso de quién es el bueno y quién el malo es siempre taaan relativo, ¿verdad? Sobre todo en esta guerra de locos, en la que nadie sabía por qué narices estaba luchando.

MOMENTAZOS:
–El primo de Zumosol.
La I Guerra Mundial da comienzo oficialmente con el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria a manos de un nacionalista bosnio, lo que hizo que Austria atacara a Serbia, a quien acusaba del magnicidio. ¿Cómo puede ser que un hecho tan, en principio, regional acabara con la madre de todas las guerras? Bueno, eso es por el Teorema del Primo de Zumosol. Es decir, que todos fueron llamando a sus respectivos primos de zumosol, que por tratados ancestrales no tuvieron más remedio que acudir, y allí se montó una ensalada de alianzas y contraalianzas que no hubo manera de parar. Menos España y Suiza, que tienen una habilidad especial para escaquearse de este tipo de peleas, estaban metidos allí hasta Luxemburgo y Andorra, que no son, en principio, países especialmente bélicos y agresivos. Resumiendo: como lo que pasa en tu pueblo o el mío cuando dos se pelean y la cosa se va liando, pero a lo bestia.
–Millonarios. Ensalada de alianzas, sí, pero también una ensalada de muertos como no se había ni imaginado antes. Y es que la raza humana habíamos inventado últimamente diversas formas de matar rápido y los que mandaban enviaron a los soldados al frente sin saber, se supone, que no iba a regresar ni el Tato. De hecho, es la primera guerra —aparte de ser la I Guerra— en la que los muertos se contaron por millones en lugar de por miles o por cientos. Y es que, que no se diga, cuando el ser humano se pone, se pone.
–Telegrama Zimmerman. Resulta que había un ministro de Exteriores alemán que le envió al Gobierno mexicano un telegrama en el que, a cambio de su entrada en la guerra, le ofrecía recuperar los territorios perdidos en su momento a favor de EEUU. Y, claro, los EEUU en cuestión se cabrearon, fueron ellos y no los mexicanos los que entraron en el conflicto, y ahí empezaron los alemanes y sus aliados a perder la guerra. Que qué manía tienen los malos de cabrear a los americanos cuando están tranquilitos pasando de todo, ¿no? Coño, si el primo de Zumosol de tu enemigo —que además es una bestia parda— está calmado en casa comiéndose una hamburguesa y bebiéndose una Coca-Cola, ¿para qué lo provocas? Si es que...
–Más ensalada. Si la I Guerra Mundial fue una ensalada de tiros con una ensalada de muertos entre una ensalada de países, no podía finalizar de otra forma que con una ensalada de tratados. Que si el de Versalles, que si el de Saint-Germain-en Laye, que si el de Sèvres… Todo ello concluyó con un mapa de Europa que no reconocía ni su madre y con una Alemania arruinada y ahogada, terreno abonado ideal para que un austríaco con bigotito sembrara posteriormente la semilla del nazismo. Ésta es, se supone, la especie más inteligente del planeta, efectivamente. Y así nos va.

EPÍLOGO: La Gran Guerra, o cómo una pelea de barrio puede convertirse en una reyerta a escala planetaria. El ser humano es una caja de sorpresas ilimitadas. Y muy cafre, por supuesto.

LeandroAguirre©2013 (revisión 08/04/2015)

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