IMPERIO ROMANO

ACONTECIMIENTO: Imperio Romano.

ÉPOCA: Una en la que si pestañeabas te perdías tres guerras civiles, cuarenta y tres conspiraciones y siete magnicidios. Muy grandes, los romanos. Diga lo que diga Obélix.

CRONOLOGÍA: Una de mis épocas preferidas de la historia. El Imperio Romano es, histórica y técnicamente hablando, un no parar. Costaba mucho que aquella gente se estuviera dos minutos sentada y tranquila sin pensar en asesinar a tal, conquistar a cual o conspirar contra Pascual, que no fue, que yo sepa, un emperador romano, pero que si lo hubiese sido seguramente hubiera fallecido envenenado durante su fiesta de cumpleaños o algo así.
Los romanos, a los que se ve que Roma les quedaba justita, comenzaron conquistando países mediterráneos para poder tener playas en las que pasar las vacaciones y tal, y, a lo tonto a lo tonto, acabaron conquistando medio mundo. Pero, claro, lo que así a bote pronto puede parecer una ventaja porque no necesitas pasaporte para ir a casi ningún lado, se acabó convirtiendo en el principio del fin del imperio. Porque ahora agarras un avión y te plantas en unas horas en cualquier lugar del planeta, pero entonces, si eras emperador y te tenías que largar a, no sé, Jerusalén a arreglar unos asuntillos, cuando volvías tu hija entonces recién nacida ya te había dado nietos y, desde tu ausencia, habían pasado ya para sustituirte en el cargo lo menos diez o doce emperadores, entre ellos varios de tus hijos que tú no sabías ni que existían. Por supuesto, controlar a caballo un territorio de tales características fue un imposible y el Imperio Romano se fue deshaciendo como un azucarillo. Una lástima, la verdad, porque entre tener emperadores como Calígula o Nerón o tenerlos como ahora como Bush o Reagan, no hay color.

MOMENTAZOS:
–¡Ave!
Lo mejor, sin duda, del Imperio Romano eran los emperadores, alguno de los cuales irá apareciendo por la Infrahistoria porque, simplemente, se lo curraron lo suficiente como para aparecer. Qué decir… El que no estaba para encerrar era un hijoputa, el que no era un hijoputa gobernaba con el culo, y el que no gobernaba con el culo estaba para encerrar. Aunque el chalao oficial del Imperio Romano es Nerón, mi preferido es, sin dudarlo ni un segundo, Calígula, un enfermo mental sin parangón que, por ejemplo, nombró senador a su caballo y se creía un dios. Lo juntas con Hitler, y el alemán —el austríaco, perdón— parece hasta normal, no digo más.
–Juegos reunidos. La gran aportación romana al mundo no fue ni el latín, ni las carreteras, ni los acueductos, ni todas esas cosas que se nombran en La vida de Brian. No. La gran aportación de los romanos a la historia de la humanidad fueron las orgías y las bacanales, que quizá algún quisquilloso me podría decir que no fueron invento suyo pero que, a ver quién lo niega, ellos supieron llevar hasta la máxima expresión. De hecho, algunos expertos afirman que la motivación principal para la expansión bélica de Roma era conseguir carne fresca para las orgías y los fiestones que —ahora sí, Obélix— esos locos se marcaban, pero eso puede que sea decir demasiado. Aunque no lo descartemos, porque Calígula él solito se benefició a la mitad de la población mundial. La femenina y la masculina, puntualicemos.
–¡¿Cómo están ustedes?! Y el circo, también inventaron el circo. Pero no ése de los payasos, malabaristas y funambulistas, sino uno muy gore donde gladiadores se mataban entre sí y pobre gente era destripada en público por bestias salvajes y hambrientas traídas especialmente para la ocasión. Por eso os decía que hay agarrar con pinzas que los romanos sólo quisieran en sus conquistas carne para sus orgías: también querían leones y tigres para entretenerse viendo cómo se zampaban a otros humanos. Que la vida no es tan simple, hombre. Y la vida romana, menos.
–Dioses. Sorprende la facilidad que tenían los romanos para crear dioses. Aparte de todos los que les robaron a los griegos cambiándole simplemente el nombre, allí a la que se moría alguien le nombraban dios: César dios, Augusto dios, Calígula dios, el caballo de Calígula no pero porque se murió antes —Calígula— de poder hacerlo… Un festival de dioses, ciertamente. O sea, es como si ahora nombraran dios a Aznar, que ya sé que es como él se ve a sí mismo pero que no sería nada serio.
–Livia. Una de mis ídolas, sin duda alguna. Esposa de Augusto, todo lo que esta mujer hizo —aparte de gobernar en la sombra— para que su hijo Tiberio acabara siendo emperador tiene un mérito terrible. Se cuenta que, envenenamiento tras envenenamiento, la buena de Livia acabó ella solita con la mitad de la población de Roma capital. Que dice la Wikipedia que no hay pruebas de ello, pero, ¿a quién vais a creer: a la Wiki o a Robert Graves y a mí? Una grande injustamente infravalorada por la historia oficial, lamentablemente.

EPÍLOGO: Ya: indudablemente odiaría a los romanos en caso de tener que sufrirlos, pero, desde la distancia que da el tiempo, me parecen una civilización deliciosa. Sólo por chalados impagables como Calígula y Nerón merecieron la pena.

LeandroAguirre©2012 (revisión 07/01/2015)

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