SALADINO

NOMBRE: Saladino.

ÉPOCA: Una en la que morir en nombre de Dios o Alá era mucho más normal que morir de anciano en la cama. Pero mucho más.

CURRÍCULUM: Bien... Saladino fue, básicamente, la piedra en el zapato de la cristiandad de la Edad Media. El tipo que, cuando reyes europeos y papas organizaban cruzadas, montaba yihads para combatirlos. Y viceversa, eso también es verdad. Que se retroalimentaban los unos a los otros, vamos.
Pero parece que Saladino era, entre otras cosas, como un millón de veces mejor estratega y militar que esos bárbaros occidentales y normalmente les daba sopas con honda, que es una expresión que no entiendo pero que si se utiliza por algo será. Admirado hasta por sus propios enemigos, Saladino conquistó lugares emblemáticos como Egipto, Siria, Mesopotamia o, la guinda del pastel, Jerusalén, ese lugar que en el siglo XII reclamaba para sí todo el mundo y que en el siglo XXI... sigue reclamando para sí todo el mundo, constatando que el ser humano no ha avanzado tanto como él mismo se cree.
En fin, que Saladino fue un gran guerrero y gobernante que evitó que la cristiandad se expandiera por ahí cristianamente a golpe de cristiana cruz. Una cruz para los cristianos, efectivamente. E irónicamente.

MOMENTAZOS:
–No sin mi nombre.
Saladino, en realidad, no se llamaba Saladino: se llamaba Al-Nâsir Salâh ad-Dîn Yûsuf ibn Ayyûb. Como es normal, los cristianos de la época, que, debido a su exquisita educación, bastante dificultades tenían para pronunciar palabras como zarzaparrilla, nauseabundo o supercalifragilisticuespialidoso, decidieron que aquello era demasiado largo y complicado y le pusieron un nombre más breve y fácil de recordar. Desde la posteridad, en el fondo, se lo agradecemos, porque si hoy hubiera tenido que hacer la Infrahistoria de Al-Nâsir Salâh ad-Dîn Yûsuf ibn Ayyûb en lugar de la de Saladino, más que probablemente lo hubiera descartado. Por pura desidia y por no tener que escribir veinte veces ese nombre, sí, pero lo hubiera descartado.
–Buena prensa. Saladino pasó a la posteridad, incluso a la posteridad de sus enemigos, como un gran guerrero y un gran caballero. Se ve que, por ejemplo, el hombre trataba con gran generosidad y respeto a sus cautivos, o que siempre cumplía los pactos que hacía con los cristianos, de los que no se puede decir lo mismo. Aunque hay que ponerlo todo en un contexto histórico porque también se dice que a los cruzados que pertenecían a asociaciones religiosas especialmente odiadas se les ofrecía la siguiente disyuntiva: o se convertían, o los mataban. Ahora no estaría muy bien visto, pero entonces era un detallito sin importancia. En todo caso Saladino ha arrastrado hasta el futuro más buena que mala fama, lo que tampoco es lo más habitual de esta vida, y menos si tu profesión es la de matar gente. Pero así es.
–Muerte natural. Una de las singularidades más evidentes de Saladino es que, a diferencia de otros grandes guerreros de la historia, no murió en batalla, ni envenenado, ni en circunstancias extrañas: murió de muerte natural. No de muy anciano, pero de muerte natural. Y, oye, llegar a los 56 años en esa época, y más dedicándote a las guerras, las intrigas de poder y esas cosas, tiene un mérito incuestionable. A día de hoy a Saladino se lo hubiera cargado un dron americano a los veinte años a la que hubiera asomado la cabeza por la ventana para ver qué tiempo hacía. Se ha perdido todo el glamur, ciertamente.

EPÍLOGO: ¡Al infiel!

LeandroAguirre©2014 (revisión 12/08/2015)

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