LA VENDEDORA DE CERILLAS
02/2012

Érase una maltratada niña, vendedora ambulante de cerillas, que una Nochebuena muere de congelación en la calle tras sufrir innumerables alucinaciones. Y ya. Ése es el cuento. Un cuento infantil, concretamente. Y es que ya me quedo sin palabras... ¡Pero que eso puede traumatizar a un ser humano para los restos, hombre! Yo es que no sé si es que antaño la gente era muy bestia o que ahora sobreprotegemos a los niños y somos unos nenazas o qué, pero a mí me parece una pasada explicarle este cuento a un niño, y más antes de ir a dormir, por mucho que, finalmente, la cerillera acabara yendo al cielo con su abuelita en un supuesto y forzadísimo final feliz. Ya puestos, podríamos contarles algo así:

Había una vez un niño que iba caminando tranquilamente por la calle –como, por cierto, irás tú mañana cuando vayas al cole– y le atropella un autobús de dos plantas. Cuando está desangrándose en el suelo, unos buitres leonados picotean sus intestinos desparramados por el asfalto mientras cientos de hormigas africanas se introducen por su boca, nariz y oídos devorándolo por el interior, muriendo retorciéndose en el piso entre terribles e insoportables dolores y agonías. Aunque, eso sí, el niño sube al cielo con su abuelita, donde fueron felices y comieron perdices.
Hala, buenas noches, cariño. Que duermas bien. Si puedes.

Esto de la cerillera no es un cuento: es una noticia de la página de sucesos de un periódico. Y una noticia tremenda, añado.

LeandroAguirre©2012

 

 

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