BARBAZUL
06/2012

Bien... Barbazul era un tipo de mucha pasta cuyo único problema era que no conseguía casarse. ¿Era un tío feísimo y contrahecho que daba grima mirar? Pues no, pero se ve que a las mujeres de aquella época eso de que alguien tuviera la barba azul les daba un poco de repelús. ¿Podría haber ido Barbazul afeitado para no provocar tal reacción en las damas? Podría, evidentemente, pero, se ve, no le daba la gana.
Pero como, como dice ese dicho catalán, pagando San Pedro canta, al final consiguió que una familia le diera a una de sus hijas en matrimonio por una cantidad que, talmente como lo de Bankia, nunca ha llegado a aclararse del todo. Y eso: que se casaron y se fueron a vivir al castillo de Barbazul.
Llegó un día en que Barbazul tenía que ausentarse unas semanas por negocios y, animándola para que invitara a familia y amigos durante su ausencia, le dio el ramillete de llaves de la casa a su esposa. Le explicó de dónde era cada una y, llegado a una última y pequeña llave, le advirtió:
–Ésta es la del gabinete del fondo del piso de abajo. Como se te ocurra entrar allí, te crujo –le dijo, aunque quizás no exactamente con estas palabras.
Ya sé lo que estáis pensando: coño, si no quieres que entre ahí, llévate tú la llave de viaje, mamón. Pero se ve que a Barbazul eso de las soluciones lógicas y sencillas no le iban demasiado, así que le dejó la llave a su esposa.
En eso que partió y, efectivamente, la señora de Barbazul llamó a su familia y amigos para que murieran de envidia por el pedazo de casa en el que estaba viviendo. Pero, claro, decirle a alguien “no entres ahí” es rogarle encarecidamente que lo haga, por lo que, evidentemente, la mujer de Barbazul no pudo resistir la tentación y tuvo que comprobar qué narices tenía de secreta aquella habitación.
Pues bueno: lo que tenía de secreta eran un montón de cadáveres de mujeres que Barbazul tenía allí porque, se supone, enterrarlas, aparte de un trabajo demasiado arduo, era una solución demasiado sencilla para aquel hombre, del que ya hemos visto que lo de simplificar las cosas no era lo suyo. Con los nervios, a la esposa de Barbazul –de la que, como habréis observado, se desconoce el nombre– se le cae la llave del cuarto en el charco ponzoñoso de sangre a medio coagular que inundaba la estancia, quedando ésta manchada de un rojo que, por más que frotó y frotó, no consiguió que se fuera del todo.
Como suele suceder en los cuentos y en las películas, Barbazul regresó antes de lo previsto y pidió las llaves a su esposa, que, aunque intentó hacerse la loca para ganar tiempo, al final tuvo que entregárselas. Y Barbazul, claro, observó que la llave estaba manchada de sangre y desenvainó la espada para añadir a su mujer a su colección de cadáveres.
–Dadme un momento de recogimiento con mi hermana en mis aposentos –le rogó a su marido, sabiendo que sus hermanos estaban a punto de llegar.
–Medio cuarto de hora, ni un segundo más –concedió Barbazul poniendo en marcha el cronómetro de su i-phone.
Y, bueno; como podéis suponer, los cuñados de Barbazul llegan a tiempo y matan a Barbazul, y su mujer se queda con el castillo y las riquezas, y vivieron felices, y bla bla bla.
Y pasan cuentos y más cuentos y no dejo de sorprenderme. O sea: ¿de verdad que explicarle a un niño la historia de un asesino en serie y su sangriento final es lo suyo? Ya puestos, les podemos poner 'Henry: retrato de un asesino' o, mejor aún, documentales sobre Auschwitz. Si lo que se trata es de curtirlos, curtámoslos de verdad, ¿no?

LeandroAguirre©2012

 

 

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